La paradoja de Atlas by Olivie Blake

La paradoja de Atlas by Olivie Blake

autor:Olivie Blake [Blake, Olivie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-01-01T00:00:00+00:00


El castillo tenía un toque excéntrico, pensó Gideon mientras examinaba con los ojos entrecerrados los parapetos. Se parecía demasiado a un cuento de hadas para su gusto, aunque seguramente a Nico le parecería gracioso. No era su intención pensar en Nico en este momento, porque estar aquí ya era lo bastante desafiante sin la necesidad de invitar a otros pensamientos que venían al acordarse de Nico. En concreto, lamento. Pero Gideon era (también lamentablemente) un hombre de palabra, por muy poco inteligente que fuera, y le había prometido a su madre que le haría un favor. Solo uno.

A su lado, Max gimoteó.

(Parecía todo muy inocente en ese momento).

—¿Puedes hacer esa cosa en silencio? —protestó Eilif, que no estaba invitada. O eso le diría Gideon a Nico después, cuando le preguntara inevitablemente por qué había ido su madre. (Considerando que Gideon no muriera dentro del extraño patio encantado de la conciencia de otra persona. Lo que era algo decisivo).

—Max hace lo que quiere. Y sé amable con mis amigos —repuso antes de añadir—: Mamá.

—No sé por qué te lo has traído —murmuró Eilif, que sospechaba de forma general de los mamíferos. No le interesaba la sangre caliente—. Te dije que sería mucho más sencillo si lo hacíamos nosotros solos.

—Nosotros no vamos a hacer nada. Y no ha sido sencillo. —Esperaba encontrarse protecciones telepáticas, pero esto alcanzaba un grado de dificultad similar a entrar en la Sociedad. Había un laberinto alrededor del castillo lleno de zarzas y cipreses, y alguna que otra criatura onírica que seguramente había nacido en una pesadilla. Si Gideon no estuviera ya acostumbrado al tipo de cosas que acechaban en los reinos de los sueños, no habría llegado tan lejos sin problemas—. Me dijiste que sería fácil.

Era culpa suya por creer a su madre, supuso. No sabía cuánto tiempo llevaba varado aquí, pero estaba seguro de que semanas, si no meses. Esto no era un sueño. No era ninguna capa del subconsciente que conociera, aunque no entendiera, al aceptar la tarea. Quien había creado el castillo había dejado una especie de papel atrapamoscas para Gideon, quien no podía liberarse de su abrazo. Había intentado sin éxito salir del laberinto, y la única opción que le quedaba (aparte de colarse, que parecía menos posible cada día) era forzar un regreso a su forma corpórea y despertarse, algo que no podía hacer porque su madre lo seguiría y entonces estaría a su merced en otra dimensión.

Otra vez.

Suspiró y lo embargó otra oleada de odio por sí mismo. ¿Por qué había hecho esto? ¿Para darle una especie de lección infantil a Nico? Sí, estaba aburrido, pero ¿qué había supuesto esto? Estaba muy cerca de encontrar a Libby, y ahora, por haber pensado (qué idiota) que su madre podría acelerar las cosas, se había quedado atrapado en el interior de un encargo que tan solo debería de haberle llevado unos pocos minutos llevar a cabo.

—Es fácil —insistió Eilif, emitiendo un resplandor azul bajo la luz reflectante de la piedra brillante del castillo—.



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